La crisis de precios de los alimentos de 2007/2008 se debió a varias razones, entre ellas: una creciente demanda por alimentos en países emergentes, los cambios en los mercados internacionales de granos propiciados por los biocombustibles, el cambio climático y el elevado precio del petróleo. No obstante, existe evidencia sustancial de que la crisis se vio agravada por el mal funcionamiento de los mercados mundiales de cereales. Docenas de países impusieron restricciones a las exportaciones de granos, que se tradujeron en un aumento notable de los precios, especialmente en un contexto de mercados poco desarrollados. Algunos países implementaron controles de precios en la comercialización de alimentos lo cual generó incentivos perversos para los productores. Las alzas especulativas de precios aumentaron y se agrandó la brecha entre los precios de futuros y al contado, lo cual fomentó una reglamentación excesiva, el mayor control de las operaciones de intermediación en algunos países, y la interrupción de las transacciones de futuros agrícolas en países de África y Asia. Asimismo, algunos donantes de ayuda alimentaria incumplieron contratos previamente establecidos. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) encontró dificultades para tener rápido acceso a las cantidades de granos necesarias para sus operaciones humanitarias. Los países en vías de desarrollo iniciaron un proceso de rápido reabastecimiento de bienes agrícolas y se replantearon los “méritos” de las políticas de autosuficiencia para la seguridad alimentaria. Aunque estas reacciones empezaron no como causas sino como consecuencias de la crisis de los precios, las mismas exacerbaron dicha crisis y aumentaron los riesgos que ya planteaban los altos precios. Las reacciones en cuestión adquirieron vida propia al generar un circuito de retroalimentación positiva con respecto a los elevados precios de los alimentos, aumentando aún más los precios y su volatilidad, y con consecuencias adversas para los pobres y para los incentivos de largo plazo para la producción agrícola. Al impedir el libre flujo de los alimentos hacia las zonas que más los necesitan, y el libre flujo de las señales de precios hacia los agricultores, estas fallas de mercado generaron enormes pérdidas de eficiencia en el sistema alimentario mundial y afectaron especialmente a los países más pobres. Los cambios en los principios básicos de la oferta y la demanda no pueden explicar plenamente el reciente aumento radical de los precios de los alimentos. Las crecientes expectativas, la especulación, el acaparamiento y la histeria también desempeñaron un papel en el creciente nivel y volatilidad de los precios de los alimentos. El flujo de capital especulativo de inversionistas financieros hacia los mercados de productos agrícolas básicos ha sido considerable. Asimismo, el volumen de contratos de futuros negociados aumentó fuertemente en el tiempo: entre mayo de 2007 y mayo de 2008, el volumen de opciones y futuros de granos negociados mundialmente aumentó en forma significativa. En principio, el exceso de especulación en el mercado de futuros de los productos básicos podría provocar un aumento en los precios de futuros de los mismos y, mediante oportunidades de arbitraje, también de sus precios de contado por encima de los niveles que se justifican según los principios básicos de la oferta y la demanda. Sin embargo, a veces se confunde el supuesto impacto de la especulación con el impacto de la cobertura frente al riesgo. Ésta refleja las preocupaciones valederas de los consumidores acerca de cambios futuros en variables fundamentales de mercado, y su deseo de protegerse frente al riesgo. El presente informe analiza el papel que ha desempeñado la especulación financiera en el comportamiento de los precios agrícolas en los últimos años.

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